Tradicionalmente, para suministrar calidez a los hogares y disfrutar de los “privilegios” de la calefacción y el agua caliente se inventaron las calderas, que han ido empleando distintos tipos de combustible para liberar ese calor necesario que proporcionara el confort que buscábamos. Con el tiempo, la evolución tecnológica ha permitido llegar a metas inimaginables hace apenas unos años -mucho más eficientes y económicas- que nos hacen confirmar que seguimos avanzando para mejorar lo actual y seguir produciendo confort térmico sin necesidad de quemar ningún tipo de material.
De los inicios a la caldera
La idea del fuego para calentarse y protegerse es prehistórica. Desde el inicio de los tiempos el hombre ha empleado, intuitivamente, todos aquellos materiales proporcionados por la naturaleza que le sirvieran para dicho fin. Combustibles sólidos como la madera, pasando -en épocas más cercanas a nuestra era- al carbón de las primeras calderas. El gran inconveniente de estos era el control sobre la cantidad de combustible, que debía hacerse bajo demanda: tanto calor se necesitaba, tanto combustible se empleaba, dejando en su quema gran cantidad de residuos que obligaban a tener presente un mantenimiento fastidioso.
El movimiento social e industrial, hicieron posible la siguiente evolución, ganándole el terreno a esas desventajas. La revolución de los hidrocarburos permitió llevar a cabo esta progresión. El uso del gasóleo, al principio, y la explosión del gas natural como energía primaria, terminaron por permitir que los fluidos pudieran canalizarse y dosificarse en función de la demanda. Y presentar múltiples opciones para producir calor (calderas a gas, calderas de baja temperatura, calderas de condensación…).
En la actualidad se promueve, precisamente, el uso de calderas de condensación a gas como sistema de producción de calor óptima, ignorando que las emisiones de gases que se producen contribuyen a generar el denominado efecto invernadero y, por lo tanto, colaboran a propiciar desbarajustes en el cambio climático. Gracias a las consiguientes evoluciones de la tecnología y el mercado, existen mejores -y más sostenibles- propuestas que nos permiten dejar de quemar combustibles fósiles para obtener calor.
Nuevas oportunidades
De entre todas las nuevas posibilidades que el mundo de la calefacción nos facilita, hoy queremos hablar, específicamente, de la bomba de calor. Una tecnología que no tiene que realizar la combustión de ningún elemento para producir calor, sino que lo bombea, valiéndose de un proceso termodinámico que le permite transportar el calor (interior>exterior>interior), consumiendo, simplemente, energía eléctrica.
La principal característica de este sistema de calefacción es que no sólo bombea el calor del exterior al interior, sino que puede hacerlo a la inversa, promoviendo así la producción tanto de calor como de frío. Esto significa que con la bomba de calor disfrutamos de un equipo de calefacción y de refrigeración, a la vez.
Existen, además, diferentes tipos de bombas de calor, que podemos escoger en función de la fuente desde la que queremos, tomen la energía:
* Aerotérmica: Energía contenida en el aire.
* Geotérmica: Energía contenida en el subsuelo.
* Hidrónica: Energía contenida en el agua.
Según las preferencias, gustos o intereses técnico-económicos, se puede elegir entre las distintas opciones, si bien en nuestro país se ha hecho muy popular la instalación de bomba de calor aerotérmica.
¿Qué hacemos entonces?
Aprovechar las oportunidades más ecológicas que nos brinda la tecnología actual y cooperar con el medio ambiente. Ha llegado el momento de dar el paso y transformar los sistemas de calefacción de caldera a bombas de calor.
En función del tipo de instalación que tengáis en casa puede ser más o menos costoso, no es lo mismo una instalación individual que una centralizada, pero la verdad es que el ahorro que se obtiene a cambio, por disfrutar de un equipo de mayor rendimiento, permite hacer frente al coste de la inversión.
Tenemos una oportunidad única para dejar de emitir CO2 a la atmósfera. Ha llegado la hora de apostar por la supresión de los combustibles fósiles para generar calor en los edificios. Con oportunidades tecnológicas al alcance que lo permiten y con una viabilidad económica que lo justifica, ¿por qué seguir haciendo daño al planeta? El futuro está en las energías renovables y en nuestras manos. Ellas están listas. Los medios también. Sólo falta nuestro gesto. ¿Os ayudamos a darlo?