En nuestro blog, aprovechamos para hablar, sobre todo, de las energías renovables y todas sus variantes. Con ello, queremos resaltar esa concienciación social sobre su uso y la importancia de utilizarlas si, por un lado, queremos salvar al planeta y, por el otro, obviamente, disfrutar de los muchos beneficios que a nivel personal también generan (ahorro energético). Forma parte de nuestro trabajo en Ainfar S.L. y nos gusta daros a conocer las ventajas de todos estos novedosos sistemas. Pero, todo ello no sería lógico, ni tan urgente, si no entendiéramos antes, que existe una problemática mayor que nos ha llevado a esta situación. Un factor clave que, tras años haciendo ver que no existía, nos ha traído a aquí, al extremo más extremista y alarmista al cual, si seguimos desoyendo, terminará destruyendo todo lo que hemos construido. Hablamos de la mala praxis que estamos haciendo del mundo y de sus recursos, y de cómo todo esto puede terminar por acabar con él. Por eso hoy, en esta nueva entrada, queremos alertar de las últimas informaciones que nos llegan sobre el cambio climático. El deshielo de los polos y de las reservas acumuladas en las cimas de los montes más importantes, conllevan consecuencias que tendrán su repercusión -a corto plazo si no hacemos algo- y que nos llevarán a tener que volver a replantearnos el uso de las energías que usamos. Un hecho que afectará a nuestra labor y, por ese motivo, queremos desviarnos de la tónica habitual y reflejar que esta es una lucha que debemos batallar juntos y ante la que no podemos desfallecer. Por el bien de nuestro mundo y, consecuentemente, por el nuestro propio.
Una situación preocupante
Las últimas imágenes de los satélites de la NASA muestran, claramente, como el ritmo del deshielo es, a día de hoy, el más rápido en los últimos 30 años.
El calentamiento global, provocado por el mal uso de energías no renovables y la contaminación que éstas generan, causando otros daños en la corteza terrestre como el efecto invernadero y el agujero en la capa de ozono; contribuyen a mantener una línea ascendente de la problemática que incide, directamente, en ese cambio climático, originando consecuencias como la subida del nivel del mar.
Tan delicada es la situación que, en zonas como Groenlandia, el deshielo ha alcanzado ya el punto más alto y frío de la isla, Summit Station, a 3,2 kilómetros por encima del nivel del mar. El experto en glaciares Alexander Robinson, del Instituto de Investigación Potsdam sobre Impacto Climático de Alemania, describió la velocidad y extensión del deshielo como “muy sorprendente e intrigante”.
De momento, los efectos del deshielo parecen indicar que la subida del nivel del mar debe considerarse, seriamente, como una de las consecuencias que deberemos enfrentar si no logramos frenarlo. Al producirse deshielos tan extendidos, además de perder agua que aumentará los mares y océanos, caemos en otro peligro que debemos contemplar. La llamada neviza, o nieve firn (nieve compacta que se encuentra en el exterior de una capa de hielo) que, con las temperaturas acordes, se congela para reabsorber el hielo y perpetuar el equilibrio de los glaciares sin que temamos por su desaparición total; puede presentar dificultades para realizar esa función. “Si hay deshielo en la superficie y una capa de firn gruesa, se puede volver a congelar y volveremos a tener hielo”, explica Robinson. “No obstante, si hay deshielo y congelamiento breve de forma repetida, lo que acaba ocurriendo a largo plazo es que se reduce el grosor de la capa de neviza, lo que reduce la capacidad de la capa de hielo de congelarse y, por lo tanto, amenaza la integridad de los icebergs”.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Los científicos creen que, si se derritiera toda la capa de hielo de Groenlandia, el nivel del mar global aumentaría ¡7 metros! Muchas bromas se han hecho al respecto de ciudades de interior de muchos países que, hoy sin playa, podrían disfrutar de complejos hoteleros turísticos en su propia costa. ¿Es eso lo que queremos? ¿Somos conscientes de lo que supondría la desaparición de otras muchas y del movimiento de los miles de millones de personas que ocupan ahora esas tierras? ¿Con la reducción de terreno, qué hacemos? ¿Ocupamos las pocas zonas del planeta que se mantienen “sanas”? ¿Destruimos los pulmones del planeta y las zonas verdes para dar cabida a esa población? Si es gracias a esas áreas que, aun, tenemos posibilidades de salvar los ecosistemas, ¿cómo vamos a acabar con ellas?
Conviene pensar, seriamente, en lo que estamos haciendo. En si colaboramos como es debido y hacemos todo lo que está a nuestro alcance para velar por un planeta que, ya no nosotros, sino generaciones futuras, quizás, no puedan disfrutar. El uso de energías renovables en casa, en el trabajo…; no sólo a pequeña escala (que suma), sino a todas esas grandes industrias que generan cantidades aberrantes de residuos. Todos podemos hacer algo y, aunque no sea instalando unas placas solares, o un nuevo sistema de climatización o calefacción más “limpio”, porque ahora no es el momento oportuno; existen otras acciones que podemos llevar a cabo y que, de igual forma, contribuirán a reducir el deshielo, la contaminación o el agujero en la capa de ozono, que poco a poco va dinamitando nuestro mundo.
Esperemos, con el artículo de hoy, haberos recordado la importancia de este trabajo, que es global para los miles de millones de habitantes de este planeta. Por el momento, no hemos perdido mucho en el camino, pero empieza a vislumbrarse que no se necesitaría mucho tiempo para que comencemos a ver esa carrera por salvar aquello de lo que hoy disfrutamos, a contrarreloj.